HOY ES TRES DE MARZO DEL BICENTENARIO: HACE CINCO DÍAS ERA DISTINTO

HOY ES TRES DE MARZO DEL BICENTENARIO: HACE CINCO DÍAS ERA DISTINTO

Parece extraño como en pocos días, nuestra esencia más íntima ha sido remecida.
El encanto de los amaneceres con la luna creando crepúsculos invertidos
Se entristecieron, alejaron el canto de los gorriones urbanizados,
Dejaron aparecer huinchas bicolores que obligaban a mirar donde pisar.

Los ríos de bien al sur, esos que estiran sus manos a la apacible orilla,
Se recogieron con un zumbido de locomotora corriendo delante del viento;
Profundidad de la noche y del sueño, intimidad de la habitación y del silencio;
Zumbido de tierra recorriendo como un delincuente la incertidumbre del miedo.

¿Qué paso que nos levantamos todos, nos abrazamos todos?
Qué estaba pasando que la vida se expandió de mí y de ti hasta los nuestros.
La noche sonrojada dejo un manto de miedo,
Manos que se agitaron en todas direcciones para encontrar otra mano,
Otro brazo que sujetara el tiempo, que no nos dejara sentirnos solos.
Nuestra esencia esa noche, hace cinco noches, se transformo en incertidumbre,
De repente todas las lecciones de emergencias sísmicas se reprobaron
Y miramos a los vecinos que salían a la calle,
Recordamos el rodar de lozas, de muebles, gritos lejanos acordándose de sus creencias.
El gemir de las casas, eso era lo doloroso, mirarnos los cuatro: padres e hijas
Y no saber como atender ese retorcerse de pánico, ese ir y venir con la puerta abierta.

Cuando amaneció, parecía mucho tiempo de aislamiento,
Los gorriones no estaban en los árboles,
Las tejas bajaron al suelo y las heridas de las construcciones que gimieron en la oscuridad,
Sangraban, se quebraron a la muerte, a la desolación, a la historia.
Esa mañana en alguna parte de Renaico encontré pilas que me recordaron el campo de la precordillera,
donde cuando niño escuchaba música con la radio al oído:
Esa mañana, tenían un valor especial, eran ventana, tren, bus, teléfono, televisión:
Las pilas eran el motor del mundo; fue grandioso escuchar más voces que las nuestras,
Pero duró tan poco, fue tan tenue el sentirnos más que cuatro a salvo.

Las reacciones autómatas de buscar seguridad,
De explicar el terremoto en forma simple como lo hacemos en la escuela
Se desvanecían con cada informe fotográfico, de testimonio, de sufrimiento.
Ahora era una dolorosa alegría de estar juntos,
De tener esperanza que el mundo se extendiera más allá de nosotros,
Sin dolores, que la radio-novela era solo eso, un producto del aislamiento.

Fueron cinco días de rumores, incertidumbres y ruidos lejanos:
Días se zumbidos espaciados recorriendo el patio de la casa y compartidos con los vecinos.
Llego la luz, grito alguien, era pleno día y nos sonreímos,
Sonó el teléfono, surgió la imagen y el refrigerador sacudía su olor casi nauseabundo por tanta espera.
Qué pasó con nosotros; la casa con fogón en el campo;
Doscientos kilómetros más al sur ya no estaba en la precordillera de Huichahue,
Se había desplomado como un anciano, se desvaneció como recuerdo adolecente,
Que pasaría ahora con los cerezos y los zorzales, a dónde volaron todos.
Y la costa? Cómo será ahora Quidico, Pidima, Lota
Y toda esa costa que recorrimos desde Puerto Saavedra
Mirando el surcar de las olas como saludando.

Parece extraño, que aún hoy, el inconciente espere una lucecita de paz,
Aun se puede ver la luna surcando cancina la noche y de vez en cuando,
Miramos de reojo la puerta con un leve temblor en el cuerpo, como esperando algo.
Fueron cinco días y noches de encierro, vigilia sigilosa buscando salidas
De vivir la familia junto a una vela y una partida de cartas.

Fueron cinco días de sentir el dolor ajeno y la vergüenza ajena con una radio al oído,
Hoy todo se hizo imagen, más verdad, más dolor, más desigualdad:
Parece extraño como en tan poco tiempo nuestra esencia cambia,
Se pueden reordenar los valores y las creencias,
Pero dentro muy dentro sentimos la incertidumbre del miedo mirando a la puerta
Con leve temblor en el cuerpo, como esperando adormecernos
Mientra todavía la luna surca cancina la noche.

© Elier Claudio
elierclaudio@hotmail.com

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